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¿Castigar las malas notas?

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El final de curso ha llegado y con él las notas académicas de los estudiantes. Nos encontramos en pleno período de descanso después de un largo y duro curso escolar que comenzó en septiembre. Pero, ¿qué pasa cuando las notas no son todo lo buenas que se esperaba?

Algunas familias optan por castigar a sus hijos durante el verano como consecuencia de unas calificaciones finales que no eran las deseadas.

Y es que los adultos tendemos a pensar que castigando se va a conseguir que el niño o adolescente estudie más y por tanto se esfuerce también más el curso siguiente. Pero no siempre es así y, cuando lo es, no acaba de ser la manera más adecuada de concienciar al niño de los beneficios del estudio y de por qué debe implicarse y esforzarse más con las tareas escolares.

Por qué decimos esto

Cuando se castiga a un niño o adolescente por malas notas más bien se está consiguiendo el efecto contrario: que el estudiante coja manía al estudio y se esfuerce aún menos siendo, por lo tanto, contraproducente el castigo.

Por otro lado, puede ser que el niño o adolescente sí estudie más y se vea aumentada su implicación en la escuela o instituto. Pero este esfuerzo se dará por miedo al castigo. Es decir, el estudiante no estará aprendiendo el significado verdadero del esfuerzo en el estudio.

Qué hacer entonces ante las malas calificaciones académicas

Ante las malas notas de tu hijo, primero debes mantener la calma y sobre todo no reñir al niño. Aunque cueste no enfadarse es imprescindible, ya que es súmamente importante depositar confianza en el menor para poder llegar al origen del problema. Siempre hay un motivo por el que el niño no logra alcanzar el éxito académico.

Estos motivos pueden ser varios y de diversa índole. Por ejemplo, podemos estar ante una dificultad de aprendizaje no detectada con anterioridad, desmotivación del menor ante lo académica, falta de interés del niño por el estudio y todo lo que esté relacionado, que el estudiante no esté pasando por un buen momento personal y emocional

Por todo esto y, sobretodo en aquellos casos en los que los resultados académicos no se correspondan con el esfuerzo del menor en los estudios, es importante poder ir descartando posibles causas.

Si necesitas asesoramiento sobre este tema o si sospechas que tu hijo/a puede tener alguna dificultad de aprendizaje que ahora no había estado presente, puedes ponerte en contacto con el equipo de profesionales de PsicoSabadell.

 Tania Visiga Delgado
Num.Col. 1109


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Poner límites sin limitar el desarrollo

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Todos los niños necesitan limites. De hecho cuando estamos en la barriga de la madre el propio útero limita un espacio en el cual nos sentimos recogidos y protegidos. Cuando los bebes nacen con prematuridad en el mismo hospital les colocan pequeños cojines envueltos a su alrededor para limitar su espacio y de esta manera proporcionarle una sensación de calma.

Los niños deben jugar, descubrir el mundo, ser curiosos, explorar, indagar… y es en este procesos de búsqueda que necesitan un mapa; unos padres que le muestren cual es el mejor camino para llegar a donde quieran ir.  Tenemos que tener en cuenta que los limites tienen que basarse en las necesidades del niño y no en las de los adultos. Frecuentemente cometemos el error de controlar en exceso las conductas de los niños precisamente porque a nosotros nos reconforta y tranquiliza saber en todo momento que hace y con quien está pero limitar no significar tener  un control excesivo u obsesivo de nuestros hijos.

Hay que tener claro que lo que hay que limitar es la conducta y no los sentimientos. Poner limites tiene que combinarse con mostrar afecto siempre y recordar decir a nuestros hijos donde pueden llegar y explicar el porque es una función básica de los padres. No podemos pensar que la escuela tiene que asumir esta responsabilidad, en todo caso la complementa.

Los niños no nos querrán menos porque les pongamos limites adecuados y con un objetivo claro.  De hecho, sentir que tienen una barrera que no pueden traspasar es fundamental para sentirse integrados en la sociedad a medida que crecen.

Está demostrado que tanto la ausencia de límites, como una educación excesivamente restrictiva genera dificultades en el comportamiento del niño / adolescente. Por este motivo es fundamental ser capaz de encontrar el equilibrio de un correcto establecimiento de límites y la muestra afectiva y comprensión que los más pequeños necesitan para desarrollarse de forma adecuada.

En PsicoSabadell disponemos de un equipo especializado para daros pautas educativas y talleres para padres que serán una guía en el proceso de la educación con vuestros hijos.

Raquel Bello
Nº Col 25124


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Señales de alerta de los trastornos del espectro autista

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El trastorno del espectro autista (TEA) está incluido en los trastornos del neurodesarrollo. Dentro de las manifestaciones clínicas del TEA podemos encontrar una gran variabilidad. Sin embargo, todas las personas con TEA comparten déficits en comunicación e interacción social y patrones repetitivos y restringidos de conductas, actividades e intereses.

El diagnóstico de estos trastornos se realiza a través de la observación de los criterios clínicos que se recogen en los manuales diagnósticos DSM-V o ICD-10, no existiendo una prueba médica para confirmar el diagnóstico. No obstante, es necesario realizar una exploración detallada, aunque frecuentemente no se encuentran datos concluyentes sobre la existencia de trastornos neurológicos específicos.

Este trastorno se manifiesta desde edades muy tempranas, por lo que es necesario que los pediatras de Atención Primaria conozcan los síntomas y los instrumentos de cribado. Para un diagnóstico de trastorno del espectro autista (TEA), los síntomas deben estar presentes en el periodo de desarrollo temprano.

La manera más común de presentar síntomas es en el primer año de vida, tal y como fue descrito por Kanner. El segundo modo de aparición, llamado regresión en el desarrollo o regresión autística, se manifiesta por una pérdida en habilidades previamente adquiridas. La regresión entre niños con TEA puede ser definida generalmente como una pérdida de habilidades sociales, de comunicación y/o motoras antes de los 36 meses. Algunos padres relatan un desarrollo cercano a la normalidad, pero suele haber muestras de anormalidades en el desarrollo antes de la pérdida. La regresión raramente ocurre antes de los 12 meses, sucediendo normalmente entre el primer y segundo año de vida y en menor proporción entre el segundo y tercer año de vida. En el ultimo modo de aparición, el niño consigue avanzar a través de los diferentes hitos del desarrollo seguido de un parón en el mismo. Los niños de este grupo normalmente muestran retrasos ligeros en el desarrollo hasta aproximadamente los dos años, es entonces cuando experimentan un parón gradual y/o brusco en el desarrollo que restringe la adquisición de futuras habilidades. Estos niños pueden adquirir las habilidades de comunicación social más básicas; sin embargo, estas habilidades emergentes no se llegan a desarrollar en habilidades más avanzadas.

El TEA está presentes desde el nacimiento, aunque la edad en que los síntomas se hacen evidentes, varía de unos individuos a otros. En los casos típicos de autismo descritos por Kanner, sobre todo cuando había retraso en el desarrollo, los primeros signos eran evidentes en los dos primeros años de vida. Sin embargo, el reconocimiento de estos síntomas es más complicado cuando no existe déficit en el desarrollo cognitivo y no hay retrasos significativos en la adquisición del lenguaje. En estos casos la edad de detección es más tardía y suele coincidir con la entrada del niño al colegio, donde tiene que hacer frente a mayor cantidad de demandas sociales.

Indicadores tempranos

La detección de niños en riesgo en edades tempranas es fundamental para una derivación a programas de atención temprana que aseguren una intervención lo más pronta e intensiva posible. La gura del pediatra es fundamental en este cometido. Es, por ello, necesario conocer las señales de alerta e indicadores tempranos del TEA:

Inmediatas

  • No balbucea, no hace gestos (señalar, decir adiós con la mano) a los 12 meses
  • No dice palabras sencillas a los 18 meses
  • No dice frases espontáneas de dos palabras (no ecolálicas) a los 24 meses
  • Cualquier pérdida de habilidades del lenguaje o a nivel social a cualquier edad

Antes de los 12 meses

  • Poca frecuencia del uso de la mirada dirigida a personas
  • No muestra anticipación cuando va a ser cogido
  • Falta de interés en juegos interactivos simples como el “cucú-tras”
  • Falta de sonrisa social
  • Falta de ansiedad ante los extraños sobre los 9 meses

Después de los 12 meses

  • Menor contacto ocular
  • No responde a su nombre
  • No señala para pedir algo.
  • No muestra objetos
  • Respuesta inusual ante estímulos auditivos
  • Falta de interés en juegos interactivos simples como el “cucú-tras”
  • No mira hacia donde otros señalan
  • Ausencia de imitación espontánea
  • Ausencia de balbuceo social/comunicativo como si conversara con el adulto

Entre los 18-24 meses

  • No señala con el dedo para compartir un interés.
  • Dificultades para seguir la mirada del adulto.
  • No mirar hacia donde otros señalan
  • Retraso en el desarrollo del lenguaje comprensivo y/o expresivo
  • Falta de juego funcional con juguetes o presencia de formas repetitivas de juego con objetos
  • Ausencia de juego simbólico
  • Falta de interés en otros niños o hermanos
  • No suele mostrar objetos
  • No responde cuando se le llama
  • No imita ni repite gestos o acciones que otros hacen
  • Pocas expresiones para compartir afecto positivo
  • Antes usaba palabras, pero ahora no

Tomando estudios realizados sobre grabaciones familiares las características que parecen distinguir a los niños con autismo en el primer año de vida se sitúan en torno a las habilidades socio-comunicativas: una menor frecuencia de miradas a otras personas y una frecuencia menor de respuestas de orientación al escuchar su nombre. También podrían ser características de los niños con autismo la menor orientación a estímulos visuales novedosos, la aversión por el contacto físico o el llevarse cosas a la boca en exceso. Otras conductas observadas en niños con autismo y que también aparecen en niños con retraso en el desarrollo sin autismo son: la menor frecuencia de gestos convencionales y de miradas a objetos mostrados por otros, así́ como una mayor frecuencia de posturas inusuales y estereotipias motoras.

Conclusiones

La ausencia de una prueba médica específica para el diagnóstico de estos trastornos nos lleva a estar atentos como observadores de los distintos comportamientos  (señales de alerta, indicadores tempranos) que bien, por su peculiaridad o ausencia, se pueden dar en estos niños. No obstante, en este primer estadio es muy útil utilizar instrumentos de cribado, como, por ejemplo, el Modified Checklist for Autism in Toddlers (M-CHAT), que pese a no ser una herramienta de diagnóstico diferencial nos pueden dar una buena información de los niños en riesgo de TEA.

Raquel Bello
Núm. Col. 25124

Fuente:

Carrascón Carabantes C. Señales de Alerta en los trastornos del espectro autista. En: AEPap (ed.). Curso de Actualización Pediatría. 2016. Madrid: Lúa Ediciones 3.0; 2016 p-95-8


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Terapia EMDR y trauma infantil

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La palabra “trauma” puede desembocar en nosotros la imagen de un suceso terrible que pone en riesgo nuestras vidas como puede ser un accidente o un ataque terrorista. Ciertamente se tratan de situaciones en las que la persona queda paralizada al verse envuelta en una situación que supera los recursos para afrontarla y que pone en peligro la integridad vital. También hay situaciones cotidianas o más repetitivas que pueden generar “trauma” como el abuso, el maltrato, un estilo de apego inseguro o evitativo con nuestros progenitores, etc.

Si una situación con estas características puede paralizar a un adulto, imagínense a un niño. Los niños, en su proceso de desarrollo y maduración, pueden sentirse vulnerables e indefensos ante diversas situaciones, más allá de las catástrofes, por lo que siempre van a requerir la contención y ayuda de un adulto. Por este motivo, no es de extrañar que los niños y adolescentes sean más sensibles y vulnerables a las experiencias traumáticas y por ello, es muy importante conocer los desencadenantes y los síntomas de las mismas.

Debido a la inmadurez de los niños, una experiencia traumática puede ser una situación que, a priori, no tenga importancia para un adulto o que se presuponga un impacto leve en el estado emocional.

En consulta no es extraño encontrar la raíz de algunos problemas afectivos o de relación en niños con experiencias “traumáticas” en la primera infancia o más adelante que pasaron desapercibidas. Por ejemplo, una caída, un atragantamiento, un día en la piscina que casi termina en ahogo, la muerte de un familiar cercano, de una mascota o la respuesta que obtenemos de un adulto pueden condicionarnos en nuestro proceso de aprendizaje de nuestra identidad, nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.

Por lo tanto, las características de un suceso que pueda dejar una impronta traumática en los niños y adolescentes son:

– situación que ponga en riesgo la integridad vital de uno mismo.

– situación con alto impacto emocional, los niños especialmente se “impactan” con aquello que ven y oyen.

– situación en la que ve a sus adultos de referencia (padres, tutores) nerviosos u desbocados.

– situación en la que no hayan sido protegidos por un adulto o que no se hayan sentido así.

– situaciones desconocidas que requieran de la contención de un adulto.

– situación en la que no se hayan podido expresar los sentimientos de ansiedad o miedo.

En general, cualquier situación que desemboque en el niño sentimientos de miedo, ansiedad y sensación de inseguridad son de especial importancia que los adultos cercanos las detecten y puedan ofrecerles la contención emocional y la seguridad que necesitan, aunque a juicio de un adulto la situación no sea tan grave, para un niño que está aprendiendo cómo funciona su cuerpo, sus sentimientos y el mundo que le rodea, necesita sentirse seguro para afrontar situaciones problemáticas futuras.

Qué manifiestan los niños y adolecentes ante situaciones traumáticas no resueltas:

Primera infancia:

La falta de lenguaje verbal complica que los niños nos expresen con palabras lo que les sucede, por lo que hay que estar muy pendientes de cambios en sus rutinas de comida y sueño.

– mayor irritabilidad.

– dificultad para calmarlos.

– necesidad de estar apegado al adulto.

– dificultades para comer o dormir

Preescolar:

Igual que en la primera etapa,  hay que estar muy pendientes de cambios en sus rutinas de comida y sueño. En este caso, también hay que estar alerta a cambios en su manera de relacionarse con los padres, los compañeros u otros adultos. El juego y el dibujo nos dan muchas pistas de lo que les preocupa.

– irritabilidad

– mala conducta

– dificultades para comer o para dormir

– manifestación de conductas correspondientes a edades más tempranas.

Edad escolar:

Poco a poco van madurando y van conociendo los antecedentes y consecuencias de los actos del mundo así como de las reacciones de los adultos. A pesar de ello, muchas veces no saben encontrar el origen de su malestar y acostumbran a manifestarlo en mayor irritabilidad, mal humor, mala conducta, miedos y conductas propias de edades más tempranas.

– miedos

– pesadillas

– problemas para dormir

– mojar la cama (enuresis nocturna o diaria)

– mala conducta

– irritabilidad / irascible

– molestias físicas (dolores de barriga, de cabeza, etc)

– en niños más mayores, a partir de los 8-9 años, sentimientos de vergüenza o culpa

– mayor apego a los adultos

– expresión de la situación que les ha impactado a través de los juegos o los dibujos.

Adolescencia:

En esta etapa, el adolescente se despega de los padres para juntarse con su grupo de iguales y descubrir y formar su propia identidad. No es de extrañar que busque mayor apoyo en sus amigos y que, de algún modo, quiera identificar lo que le sucede con los demás. No obstante, pueden aparecer signos de mayor labilidad emocional, en la esfera ansiosa- bajo estado del ánimo o todo lo contrario, desafiante e irritable. Mantener una actitud abierta de escucha y de “no juicio” es fundamental en una etapa en la que, ya de por si, cuesta mantener un buen clima de comunicación.

– expresiones emocionales más intensas de miedo, ansiedad o enfado.

– conductas inapropiadas o temerarias.

– mayor irritabilidad

– mala conducta

– problemas para dormir o comer

– ansiedad o conductas fóbicas

– manifestación de conductas correspondientes a edades más tempranas.

Desde PsicoSabadell os queremos presentar la modalidad infanto-juvenil de la terapia psicológica EMDR. Se trata de un abordaje basado en la identificación de recuerdos pasados “no resueltos” para su posterior reprocesamiento e integración en la memoria autobiográfica de la persona. Cuando un suceso que en su momento tuvo un alto impacto emocional, ya fuese puntual o que se diera de manera continua, nos condiciona en nuestra maduración y en la formación del yo. No es extraño que una experiencia impactante no resuelta tenga consecuencias en el futuro en nuestra visión de nosotros mismos y en la relación con los otros.

Esta técnica esta basada en el proceso natural del cerebro de integración de la información obtenida de nuestros sentidos y del entorno que sucede durante la fase de ondas lentas o fase REM del sueño. Dicho abordaje simula un estado similar a este estado mediante la estimulación bilateral ocular o por toques en las manos accediendo al recuerdo por sus canales de entrada (los sentidos) para reprocesar el recuerdo y crear nuevas conexiones asociadas a dicho recuerdo de modo que no generen el malestar manifestado hasta el momento.

EMDR es un abordaje que ha demostrado en numerosos estudios científicos su eficacia con el Trastorno por estrés postraumático. Hay abiertas nuevas líneas de investigación que, en el ambito infanto-juvenil, en el campo de la sintomatología afectiva y conductual en el caso de problemas ansioso-depresivos, conductuales, alimentarios y en problemas de apego.

En PsicoSabadell disponemos de una psicóloga infanto-juvenil con formación especializada en EMDR infantil.

Si creéis que vuestro hijo/a puede beneficiarse de este tipo de intervención, no dudéis en poneros en contacto con nuestro centro para informaros.

Por Jessica Arjona
N.col. 21919

Sitios web de interés:

Asociación Española de EMDR: http://emdr-es.org/sobre-emdr/


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Como reaccionar ante unas malas calificaciones escolares

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Por fin llega el verano… y las notas del colegio

Después de un duro año de trabajo, esfuerzo y las dos primeras evaluaciones trimestrales que nos han avisado si vamos por buen camino o es mejor esforzarnos más llegan las notas finales de curso y, en algunos casos, el momento de comprobar si nuestro/a hijo/a pasa o no de curso.

Estamos acostumbrados, durante nuestra infancia fue igual, la calificación numérica define si somos buenos o no en cierta materia. Desde los «molt bé» a los «bé» o a los «necessita millorar». Más adelante aparecieron una escala del 0 al 10, de 0 a 4, suspenso, 5 suficiente, 6, bien, 7-8 notable y los preferidos, los que todos queremos, el 9-10, excelente.

A más de uno le habrá pasado el querer esconder las notas en algún escondite que nuestros padres no conozcan (o si) y las calificaciones escolares han sido bajas o mejorables.

Es probable, además, que la primera reacción de los padres el enfado. Sin embargo, sería recomendable plantearnos los factores pueden influir en el rendimiento escolar de nuestros hijos.

– ¿Mi hijo/a tiene alguna dificultad específica del aprendizaje? O lo que los psicólogos y psicopedagogos nos gusta etiquetar como «trastornos del aprendizaje»

– ¿Es posible que mi hijo/a esté pasando por una época de dificultades emocionales que pueda influir en su rendimiento escolar?

– ¿Es posible que haya perdido la curiosidad y la motivación para el aprendizaje?

– ¿Pueden haberse depositado en él o ella unas expectativas poco realistas o demasiado altas?

– ¿son sus hábitos de estudio óptimos para la etapa escolar en la que se encuentra?

Analicemos cada punto con más detenimiento.

En la actualidad y gracias a una mayor especialización de los profesionales dedicados a la atención a la infancia y, más concretamente, a aspectos psicopedagógicos, hay una mayor detección e intervención temprana sobre los problemas específicos en la adquisición de los aprendizajes.

En estos casos suelen haber adaptaciones para facilitar al alumno seguir el ritmo del resto de sus compañeros y adquirir satisfactoriamente los contenidos curriculares de la etapa en la que se encuentra. Por lo tanto, es de esperar, que al haber una dificultad específica, ésta pueda resultar en un ritmo más lento de adquisición en comparación con sus compañeros y un mayor esfuerzo de este niño/a.

Otro aspecto muy importante es la situación emocional del niño/a. La fuente de estrés emocional puede venir de diferentes ámbitos. En primer lugar y el más importante es el ambiente familiar existen problemas relacionales (peleas frecuentes entre los padres o incluso separación) o referentes a la situación vital (enfermedad o muerte de algún pariente).

Otra fuente puede ser la relación con sus compañeros de clase u otras amistades externas. Cuando hay conflictos con los amigos más íntimos o con el grupo de clase de manera repetida y alargada en el tiempo (“bulliyng”, un tema que trataremos en otro artículo) puede hacer que el rendimiento descienda al dedicar gran parte de su energía a digerir esa situación. En el caso de los adolescentes, aquí también podríamos incluir las dificultades en la relación de pareja.

En relación a la falta de motivación en referencia a los estudios, esto es algo que me he ido encontrando frecuentemente en mi práctica profesional. En muchos casos, la raíz de esta falta de motivación reside en unas dificultades en la adquisición de los aprendizajes que no se ha detectado o trabajado conjuntamente de la manera más óptima y que poco a poco ha ido minando la curiosidad del niño/a, provocando rechazo hacía todo lo relacionado con el colegio. Tener más dificultades que tus compañeros puede provocar que el propio niño o niña se compare con sus amigos de clase o incluso con sus hermanos.

Aunque puede ocurrir justo lo contrario y es que la falta de motivación resida en unas capacidades intelectuales superiores y que el nivel o el material con el que está aprendiendo no sea suficientemente “motivador” o que no le suponga ningún reto.

En relación con lo anterior, las expectativas que se pongan en el niño, especialmente por parte de sus progenitores, pueden a veces no corresponder con lo que el niño o niña puede o quiere hacer. Esto puede ser más común en aquellas familias en las que todos sus hijos vayan a un mismo colegio y que compartan profesores que en ocasiones se les pueda escapar frases como “tu hermano era muy bueno en “mi” asignatura”…” habiendo una presión extra al posarse sobre el niño o niña unas expectativas concretas.

No es infrecuente que los niños y niñas de hoy en día tengan obligaciones extras además de las del colegio. Me refiero a las actividades extraescolares. En ocasiones puede que el horario semanal esté sobresaturado o lleno de estímulos todo con el fin de capacitar a los niños de mayores y diversas habilidades que les permita estar más preparados para el mundo en el futuro. Los idiomas (inglés, alemán y ahora el chino) son las actividades por preferencia, seguido de los deportes. Compaginar el colegio con otras actividades puede ser muy beneficioso para los niños en términos de relacionarse con más niños, potenciar sus habilidades y mejorar su autoestima, aunque siempre de manera moderada para evitar una posible sobrecarga que pueda influir en un mayor estrés y retraimiento en su rendimiento escolar.

Todos los aspectos anteriores pueden afectar directamente sobre la autoestima de nuestros hijos.

Por último, puede haber unos hábitos de estudio insuficientes o ineficientes para asimilar el nivel escolar que cursa.

A veces se dedican pocas horas o a veces demasiadas aunque la calidad del rendimiento no es la esperada. También puede ocurrir que existan distractores externos, tales como: ruido excesivo, no disponer de un espacio ordenado para el estudio, usar la música, el móvil, internet entre otros, que puedan interferir de manera significativa en el estudio.

Con todo, desde PsicoSabadell os ofrecemos los siguientes consejos:

  • En primer lugar, antes de enfadarnos con nuestro hijo o hija, exploremos con él o ella los motivos que han podido llevarles a un bajo rendimiento.
  • Entre todos, y con una participación activa por parte del niño, intentemos generar alternativas o soluciones a los problemas que hayamos visto.
  • Motivar a nuestro hijo/a centrándonos sobretodo en lo que ha hecho bien y, especialmente, en la evolución que ha hecho a lo largo del curso en lugar de centrarnos en el número final.
  • Transmitir a nuestro hijo/a soporte emocional y especialmente el hecho de que el aprendizaje es un camino en el que nos encontraremos piedras, pero que sobretodo es un camino y que siempre hay posibilidad de mejorar. Un bajo rendimiento sólo es una piedra más en nuestro camino y que bajo ningún concepto define nuestra valía como persona.

Un bajo rendimiento escolar, como cualquier otro problema en nuestras vidas, nos hará caer, querer abandonar pero con el apoyo y acompañamiento tanto de padres como profesores ayudará a los niños a su crecimiento personal. No intentemos esquivar las piedras en el camino sino ayudémosles a superarlas y a levantarse con más fuerza que antes.

Si con todo, el rendimiento bajo de tu hijo/a en la escuela os preocupa, nuestro equipo multidisciplinar de PsicoSabadell os puede orientar y asesorar.

Nuestra Psicóloga Infantil puede realizar una valoración cognitiva completa donde determine el perfil cognitivo y emocional y detectar qué área es la que necesita potenciarse.

De forma paralela, nuestra Psicopedagoga, con una ámplia experiencia en problemas de aprendizaje, ofrecerá diversas estrategias a tu hijo/a para mejorar su rendimiento escolar en casa y en la escuela.

Todo esto sin olvidar a padres y profesores. Nuestras profesionales ofrecen apoyo, seguimiento y orientación para una intervención multidisciplinar en todos los entornos del niño.

Por:   Jessica Arjona
Núm. Col.21919


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Trastornos de la Conducta Alimentaria

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Los trastornos alimentarios se caracterizan por alteraciones graves de la conducta alimentaria que tienen como trasfondo una compleja gama de síntomas entre los que prevalece la alteración o distorsión de la autoimagen corporal. Miedos a subir de peso o lo asociación de creencias y valores a partir de una determinada imagen corporal.

La prevalencia de este trastorno está en torno al 1 y 2% de las mujeres jóvenes (entre 14 – 20 años) pero aun que a día de hoy sea más frecuente en mujeres cada vez se están encontrando mas casos en hombres y también en mujeres que superan las edades mencionadas anteriormente.

Los trastornos específicos más prototípicos son: la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, pero también hay otros que tienen la misma base: la relación que mantiene el sujeto con los hábitos alimentarios y su funcionamiento frente a su peso y su cuerpo.

La anorexia nerviosa se caracteriza por el rechazo a mantener el peso corporal en los valores

mínimos normales. La bulimia nerviosa se caracteriza por episodios recurrentes de voracidad seguidos por conductas compensatorias inapropiadas como el vómito provocado, el abuso de fármacos, laxantes y diuréticos u otros medicamentos, el ayuno o el ejercicio excesivo. Una característica esencial de la anorexia nerviosa y de la bulimia nerviosa es la alteración de la percepción de la forma y el peso corporales. Cumple también con algunos de estos aspectos el denominado trastorno de la conducta alimentaria no especificado.

En el caso de la obesidad simple cuando existen pruebas de que los factores psicológicos desempeñan un papel importante en la etiología o en el curso de algún caso específico de obesidad, también se realiza un abordaje psicológico de cara a trabajar los hábitos alimentarios y de vida, motivación por el cambio y autoestima.

Los trastornos de la ingesta y de la conducta alimentaria también se diagnostican en la infancia y la niñez (p. ej., pica, trastorno de rumiación, y trastorno de la ingesta alimentaria de la infancia o la niñez)

El objetivo del tratamiento es la toma de conciencia de trastorno para lograr la adherencia al tratamiento, la reestructuración de creencias y pensamientos negativos en relación a su imagen corporal, peso y cuerpo. Una relación adecuada con la alimentación y los hábitos de vida saludables y al mismo tiempo la reeducación del paciente y la instauración o recuperación de una alimentación variada y suficiente que cubra sus requerimientos energéticos y metabólicos. Además de mejorar las relaciones personales, sociales y familiares. Todo ello con el fin de promover la autonomía y curación del paciente.

Objetivos a trabajar:

-Alimentación saludable, suficiente y equilibrada. Realizar 5-6 comidas/día.

-Información veraz

-Refuerzo autoestima e imagen corporal: introducción de elementos críticos del modelo estético corporal.

-Refuerzo relación familiar. Disminuir la discordia familiar.

-En la consulta, institutos, escuelas de primaria, profesionales en contacto con los grupos de riesgo: profesores, educadores deportivos, profesionales de la salud, etc.

-Educación aspectos positivos del ejercicio físico.

-Desmitificar conductas alimentarias erróneas: “dietas milagro”, dietas cetogénicas, mitos alimentarios…

-Intervención interdisciplinaria: ámbito escolar (profesores, pedagogos, psicólogos, educadores deportivos), ámbito familiar (padres, hermanos…) y ámbito sanitario.

-Hábitos tóxicos y conductos de riesgo: drogas, alcohol, tabaco, sexo…

-Promover reducción de daños

-Detección de grupos de riesgo: adolescentes sobre todo del sexo femenino, chicos y chicas con problemas de peso desde la infancia, gimnastas de alta competición, bailarinas, modelos…

 

Programas dirigidos a modificar conductas precursoras de trastornos del comportamiento

alimentario, con contenidos cómo: toma de decisiones, control de pensamientos, desarrollo de la autoestima y de la asertividad.

PsicoSabadell. Centro de Psicología y Psiquiatría en Sabadell.

 


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