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Poner límites sin limitar el desarrollo

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Todos los niños necesitan limites. De hecho cuando estamos en la barriga de la madre el propio útero limita un espacio en el cual nos sentimos recogidos y protegidos. Cuando los bebes nacen con prematuridad en el mismo hospital les colocan pequeños cojines envueltos a su alrededor para limitar su espacio y de esta manera proporcionarle una sensación de calma.

Los niños deben jugar, descubrir el mundo, ser curiosos, explorar, indagar… y es en este procesos de búsqueda que necesitan un mapa; unos padres que le muestren cual es el mejor camino para llegar a donde quieran ir.  Tenemos que tener en cuenta que los limites tienen que basarse en las necesidades del niño y no en las de los adultos. Frecuentemente cometemos el error de controlar en exceso las conductas de los niños precisamente porque a nosotros nos reconforta y tranquiliza saber en todo momento que hace y con quien está pero limitar no significar tener  un control excesivo u obsesivo de nuestros hijos.

Hay que tener claro que lo que hay que limitar es la conducta y no los sentimientos. Poner limites tiene que combinarse con mostrar afecto siempre y recordar decir a nuestros hijos donde pueden llegar y explicar el porque es una función básica de los padres. No podemos pensar que la escuela tiene que asumir esta responsabilidad, en todo caso la complementa.

Los niños no nos querrán menos porque les pongamos limites adecuados y con un objetivo claro.  De hecho, sentir que tienen una barrera que no pueden traspasar es fundamental para sentirse integrados en la sociedad a medida que crecen.

Está demostrado que tanto la ausencia de límites, como una educación excesivamente restrictiva genera dificultades en el comportamiento del niño / adolescente. Por este motivo es fundamental ser capaz de encontrar el equilibrio de un correcto establecimiento de límites y la muestra afectiva y comprensión que los más pequeños necesitan para desarrollarse de forma adecuada.

En PsicoSabadell disponemos de un equipo especializado para daros pautas educativas y talleres para padres que serán una guía en el proceso de la educación con vuestros hijos.

Raquel Bello
Nº Col 25124


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Disgrafía

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Los seres humanos somos seres sociales. Es decir, tenemos la necesidad de comunicarnos con nuestros iguales. Estas comunicaciones pueden darse de diferentes formas. Uno de los ejemplos de comunicación más importante es la escrita.

Mediante la escritura podemos dar a conocer, informar, argumentar, dar nuestra opinión… Como podemos apreciar, hay múltiples formas de comunicarse a través de la escritura. Todas ellas son útiles y nos permiten conseguir nuestro objetivo, del que ya hemos hablado: comunicar. Pero ¿qué pasa si la escritura no es del todo correcta? ¿De qué manera puede ésta verse afectada?

Todas aquellas dificultades que se producen en el aprendizaje grafomotor de la escritura y que no están relacionadas con ninguna alteración neurológica recibe el nombre de disgrafía.

La disgrafía es, por lo tanto, la manifestación de dificultades a la hora de expresarse mediante la escritura en todas aquellas personas que no presentan ningún tipo de daño neurológico o afectaciones cognitivas y que, a su vez, su inteligencia se encuentra preservada.

Aunque la disgrafía es un trastorno poco conocido y muy amplio, aquí os facilitamos algunas informaciones para que os familiaricéis con ella.

Cómo podemos identificar dificultades grafomotoras

A grandes rasgos exponemos algunos de los signos que indican que pueden hacer sospechar que una persona presenta esta dificultad de escritura.

Así pues, uno de los ejemplos de dificultades grafomotoras las encontramos a la hora de intentar leer el escrito de la persona que sufre disgrafía. Es decir, la legibilidad se complica o incluso es casi imposible. Por otro lado, no hay una cierta regularidad en el tamaño de las letras y el espacio que ocupan, así como la distancia que separa unas letras de otras. Además, el hecho de que las palabras no estén alineadas o que el escrito tenga una apariencia movida (parece que las letras bailen en el folio), es otro indicativo de que puede haber dificultades grafomotoras.

Causa de la disgrafía

Como hemos comentado anteriormente, para poder hablar de disgrafía es necesario que no se dé a la misma vez que un trastorno neurológico. No obstante, a continuación, dejamos una lista de motivos que pueden dar lugar a las dificultades de escritura que presenta la disgrafía:

  • Problemas de tonicidad. Este aspecto es muy importante tanto a la hora de sujetar el lápiz como a la hora de escribir. Si el niño o el adulto no presentan una buena tonicidad, es posible que derive en dificultades motrices, las cuales a su vez complicaran la escritura.
  • Dificultades de motricidad fina. A veces, debido al retraso en el desarrollo de la motricidad fina, los niños presentan dificultades a la hora de escribir. Si se trabaja correctamente y a tiempo las mejoras se aprecian.
  • Problemas en la coordinación oculomanual. Al no darse una correcta coordinación entre el ojo y la mano pueden darse dificultades de escritura.
  • Dificultades espaciales. Suelen darse en personas que presentan dificultades a la hora de orientarse en el espacio.
  • Factores temperamentales y de personalidad. Aquellas personas con una personalidad más impulsiva realizan una escritura sin control.

Cómo actuar ante un caso de disgrafía

Cuando tenemos la sospecha de estar delante de un caso de disgrafía, lo más importante es acudir a un especialista, que será el que evalúe al niño o al adulto y determine si efectivamente se trata de esta dificultad.

Una vez diagnosticada la disgrafía, se deben comenzar sesiones de reeducación para trabajar este aspecto de la escritura y adaptarse a cada persona para poder ofrecerle un tratamiento individualizado y adaptado a sus necesidades.

Tania Visiga Delgado
Num.Col. 1109



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Terapia EMDR y trauma infantil

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La palabra “trauma” puede desembocar en nosotros la imagen de un suceso terrible que pone en riesgo nuestras vidas como puede ser un accidente o un ataque terrorista. Ciertamente se tratan de situaciones en las que la persona queda paralizada al verse envuelta en una situación que supera los recursos para afrontarla y que pone en peligro la integridad vital. También hay situaciones cotidianas o más repetitivas que pueden generar “trauma” como el abuso, el maltrato, un estilo de apego inseguro o evitativo con nuestros progenitores, etc.

Si una situación con estas características puede paralizar a un adulto, imagínense a un niño. Los niños, en su proceso de desarrollo y maduración, pueden sentirse vulnerables e indefensos ante diversas situaciones, más allá de las catástrofes, por lo que siempre van a requerir la contención y ayuda de un adulto. Por este motivo, no es de extrañar que los niños y adolescentes sean más sensibles y vulnerables a las experiencias traumáticas y por ello, es muy importante conocer los desencadenantes y los síntomas de las mismas.

Debido a la inmadurez de los niños, una experiencia traumática puede ser una situación que, a priori, no tenga importancia para un adulto o que se presuponga un impacto leve en el estado emocional.

En consulta no es extraño encontrar la raíz de algunos problemas afectivos o de relación en niños con experiencias “traumáticas” en la primera infancia o más adelante que pasaron desapercibidas. Por ejemplo, una caída, un atragantamiento, un día en la piscina que casi termina en ahogo, la muerte de un familiar cercano, de una mascota o la respuesta que obtenemos de un adulto pueden condicionarnos en nuestro proceso de aprendizaje de nuestra identidad, nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.

Por lo tanto, las características de un suceso que pueda dejar una impronta traumática en los niños y adolescentes son:

– situación que ponga en riesgo la integridad vital de uno mismo.

– situación con alto impacto emocional, los niños especialmente se “impactan” con aquello que ven y oyen.

– situación en la que ve a sus adultos de referencia (padres, tutores) nerviosos u desbocados.

– situación en la que no hayan sido protegidos por un adulto o que no se hayan sentido así.

– situaciones desconocidas que requieran de la contención de un adulto.

– situación en la que no se hayan podido expresar los sentimientos de ansiedad o miedo.

En general, cualquier situación que desemboque en el niño sentimientos de miedo, ansiedad y sensación de inseguridad son de especial importancia que los adultos cercanos las detecten y puedan ofrecerles la contención emocional y la seguridad que necesitan, aunque a juicio de un adulto la situación no sea tan grave, para un niño que está aprendiendo cómo funciona su cuerpo, sus sentimientos y el mundo que le rodea, necesita sentirse seguro para afrontar situaciones problemáticas futuras.

Qué manifiestan los niños y adolecentes ante situaciones traumáticas no resueltas:

Primera infancia:

La falta de lenguaje verbal complica que los niños nos expresen con palabras lo que les sucede, por lo que hay que estar muy pendientes de cambios en sus rutinas de comida y sueño.

– mayor irritabilidad.

– dificultad para calmarlos.

– necesidad de estar apegado al adulto.

– dificultades para comer o dormir

Preescolar:

Igual que en la primera etapa,  hay que estar muy pendientes de cambios en sus rutinas de comida y sueño. En este caso, también hay que estar alerta a cambios en su manera de relacionarse con los padres, los compañeros u otros adultos. El juego y el dibujo nos dan muchas pistas de lo que les preocupa.

– irritabilidad

– mala conducta

– dificultades para comer o para dormir

– manifestación de conductas correspondientes a edades más tempranas.

Edad escolar:

Poco a poco van madurando y van conociendo los antecedentes y consecuencias de los actos del mundo así como de las reacciones de los adultos. A pesar de ello, muchas veces no saben encontrar el origen de su malestar y acostumbran a manifestarlo en mayor irritabilidad, mal humor, mala conducta, miedos y conductas propias de edades más tempranas.

– miedos

– pesadillas

– problemas para dormir

– mojar la cama (enuresis nocturna o diaria)

– mala conducta

– irritabilidad / irascible

– molestias físicas (dolores de barriga, de cabeza, etc)

– en niños más mayores, a partir de los 8-9 años, sentimientos de vergüenza o culpa

– mayor apego a los adultos

– expresión de la situación que les ha impactado a través de los juegos o los dibujos.

Adolescencia:

En esta etapa, el adolescente se despega de los padres para juntarse con su grupo de iguales y descubrir y formar su propia identidad. No es de extrañar que busque mayor apoyo en sus amigos y que, de algún modo, quiera identificar lo que le sucede con los demás. No obstante, pueden aparecer signos de mayor labilidad emocional, en la esfera ansiosa- bajo estado del ánimo o todo lo contrario, desafiante e irritable. Mantener una actitud abierta de escucha y de “no juicio” es fundamental en una etapa en la que, ya de por si, cuesta mantener un buen clima de comunicación.

– expresiones emocionales más intensas de miedo, ansiedad o enfado.

– conductas inapropiadas o temerarias.

– mayor irritabilidad

– mala conducta

– problemas para dormir o comer

– ansiedad o conductas fóbicas

– manifestación de conductas correspondientes a edades más tempranas.

Desde PsicoSabadell os queremos presentar la modalidad infanto-juvenil de la terapia psicológica EMDR. Se trata de un abordaje basado en la identificación de recuerdos pasados “no resueltos” para su posterior reprocesamiento e integración en la memoria autobiográfica de la persona. Cuando un suceso que en su momento tuvo un alto impacto emocional, ya fuese puntual o que se diera de manera continua, nos condiciona en nuestra maduración y en la formación del yo. No es extraño que una experiencia impactante no resuelta tenga consecuencias en el futuro en nuestra visión de nosotros mismos y en la relación con los otros.

Esta técnica esta basada en el proceso natural del cerebro de integración de la información obtenida de nuestros sentidos y del entorno que sucede durante la fase de ondas lentas o fase REM del sueño. Dicho abordaje simula un estado similar a este estado mediante la estimulación bilateral ocular o por toques en las manos accediendo al recuerdo por sus canales de entrada (los sentidos) para reprocesar el recuerdo y crear nuevas conexiones asociadas a dicho recuerdo de modo que no generen el malestar manifestado hasta el momento.

EMDR es un abordaje que ha demostrado en numerosos estudios científicos su eficacia con el Trastorno por estrés postraumático. Hay abiertas nuevas líneas de investigación que, en el ambito infanto-juvenil, en el campo de la sintomatología afectiva y conductual en el caso de problemas ansioso-depresivos, conductuales, alimentarios y en problemas de apego.

En PsicoSabadell disponemos de una psicóloga infanto-juvenil con formación especializada en EMDR infantil.

Si creéis que vuestro hijo/a puede beneficiarse de este tipo de intervención, no dudéis en poneros en contacto con nuestro centro para informaros.

Por Jessica Arjona
N.col. 21919

Sitios web de interés:

Asociación Española de EMDR: http://emdr-es.org/sobre-emdr/


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Deberes de verano: ¿sí o no?

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Llegan las vacaciones y con ellas el ya más que conocido debate sobre si los niños deberían tener deberes en verano o no. Hay familias que prefieren aprovechar estos meses para viajar, descansar y con ello desconectar de la rutina, por lo que tener que desplazarse a su lugar de veraneo con los deberes de sus hijos implica que ningún miembro de la familia pueda desconectar del todo del día a día del que huyen.

Por otro lado, existen familias que prefieren que sus hijos tengas deberes durante el verano porque de esta manera, creen, los niños no olvidan lo que han aprendido durante el curso escolar.

Teniendo en cuenta estos dos puntos de vista, cabe remarcar que ambos son válidos y no válidos a la vez. Es decir, dependiendo del estilo educativo de cada familia, de sus creencias y de sus valores, unos defenderán los deberes y otros no.

Desde PsicoSabadell queremos orientar a las familias que se encuentran en esta situación, por eso en este artículo analizaremos más detalladamente cada una de estas dos opciones:

  • Es cierto que las vacaciones de verano son un periodo de tiempo suficientemente largo como para que el niño desconecte y pueda olvidar algunos de los aprendizajes adquiridos durante el curso. No obstante, hay que tener en cuenta que una vez comienza la escuela en septiembre, los niños van recuperando poco a poco las habilidades alcanzadas con anterioridad.
  • Los niños también necesitan descansar, no sólo los adultos, por lo que tampoco es mala opción que no hagan deberes durante algunos días.
  • Los deberes nunca deben ser vistos como un castigo o una obligación. En ocasiones se confunden los objetivos principales de los deberes, que son básicamente el mantener al niño activo a nivel académico, y se utilizan como moneda de cambio. Frases como «no saldremos hasta que no acabes los deberes» o «si no haces tus deberes no iremos a X sitio» acaban consiguiendo que el niño/a aborrezca los deberes y los vea como un impedimento a pasárselo bien y disfrutar.
  • Es interesante contemplar otras opciones para mantener a los niños activos. Mediante el juego, por ejemplo, se pueden practicar toda una serie de habilidades cognitivas que, aparte de conseguir que el niño se divierta, le hacen repasar contenidos académicos (matemáticas, lectura, historia… dependerá del juego).

Por lo tanto, a la hora de decidir si tu hijo o hija debe tener deberes o no, lo más importante es tener en cuenta al niño en cuestión y decidir lo que es más adecuado para él, lo que es más adecuado a cada caso en particular.

Y si después de haber leído este artículo tienes curiosidad por saber más al respecto, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. Te orientaremos de manera personalizada, mirando por el bien de tu hijo/a.

Tania Visiga Delgado
Num. Col. 1109


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Por qué detectar las capacidades

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Cuando hablamos de las altas capacidades hacemos referencia a un diagnostico evolutivo que se mantiene a lo largo del tiempo y que consiste en un rendimiento intelectual superior al de la media. Estudios recientes revelan que entre un 3% y 5% de la población tiene un rendimiento cognitivo superior.

Generalmente,  las personas con altas capacidades intelectuales tienden a ser personas con un rendimiento superior en todos los ámbitos (académicos y no académicos). SI solo hablamos de un ámbito en concreto, lo podríamos reducir a un diagnóstico de un talento específico, un rendimiento superior en un ámbito creativo, como puede ser la música o las artes o también en el razonamiento lógico como son las matemáticas. La detección del diagnóstico de altas capacidades en la edad infantil, nos puede ayudar a identificar posibles riesgos y desadaptaciones curriculares o muchas veces una poca motivación o incluso llegar explicar algunas  conductas disruptivas. Ya que en numerosas ocasiones estos niños / adolescentes presentan importantes muestras de desmotivación y aburrimiento frente a los contenidos, y esta inatención da lugar en muchas ocasiones al fracaso escolar  a pesar de que pueda resultar paradógico.

Es importante hacer un seguimiento a quienes tienen dichas características, porque la correlación entre inteligencia académica o formal y los aspectos emocionales o relacionales no siempre va de la mano. Muchas veces también encontramos problemas de adaptación con sus compañeros y emocionalmente no terminan de desarrollarse a un ritmo proporcional a la su edad mental o al de su desarrollo cognitivo.

Desde nuestro centro de psicología PsicoSabadell nos decantamos por una integración curricular adaptada a sus necesidades específicas  para un desarrollo adecuado con su entorno más cercano.Nuestra labor principal va enfocada en realizar inicialmente una evaluación cognitiva mediante pruebas de inteligencia, con el fin de asegurar un buen diagnóstico de altas capacidades y poder hacer un diagnostico de inteligencia diferencial con otros diagnósticos de precocidad. Y posteriormente y en base a las necesidades detectadas, acompañar al niño, a la familia y a los maestros en la adecuación del medio.


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Papá o mamá .. ¡¿Dónde váis?!

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El apego constituye un mecanismo evolutivo y necesario de adaptación. Es una conducta que esta presente en todos los niños desde el primer año de vida  y se intensifica a los 3 años, momento en el que poco a poco va desapareciendo la «ansiedad» que tienen los niños cuando sus padres o cuidadores habituales no están cerca de ellos. También es habitual que esto suceda cuando se marchan del hogar durante unas horas.

En los primeros años de vida, los niños presentan mayor malestar cuando la persona que habitualmente le cuida y ,que él o ella tiene como referente protector, se separa de su lado. Por lo tanto, es habitual que los lloros, berrinches o incluso pataletas se den cuando mamá, papá o el cuidador principal se marcha a trabajar o aunque sea un rato para realizar tareas o eventos sociales que no incluyan al niño o a la niña.

Como hemos comentado, a partir de los 3 años es cuando el niño o la niña empieza a expandir su zona de confort  y a ampliar su red social. Normalmente, a estas edades  van a la guardería o empiezan los paseos al parque donde nuestros hijos tienen contacto con más niños y con otros adultos. Por lo tanto, como paso natural, nuestros pequeños van madurando en sus conductas de adaptación y familiarización de su entorno.

Ahora bien, ¿en qué momento esta conducta evolutiva y necesaria se convierte en un problema que requiera de asesoramiento profesional?

–  cuando el niño o la niña manifiesta un malestar excesivo, teniendo en cuenta su edad, si sus padres o cuidadores principales se marchan o anticipa que sucederá (por ejemplo, cuando los padres se marchan a trabajar).

preocupación persistente por que sus padres o la cuidadora principal sufra algún daño , enfermedad o incluso la muerte.

– cuando hay pesadillas recurrentes cuya temática sea su separación del hogar o de los padres.

– si el niño o la niña manifiesta quejas físicas como dolor de cabeza, mareos, náuseas o vómitos si anticipa y/o se marchan sus padres o cuidador principal.

– si  a causa de ello conlleve un deterioro social o laboral por parte de la familia, por ejemplo, que el rendimiento o la asistencia al trabajo se vea condicionada por la actitud del infante,

– si todo esto ocurre habitualmente por un periodo entre 1 y 6 meses.

El abordaje psicológico precoz puede ofreceros pautas para entender a vuestro pequeño e  ir disminuyendo poco a poco su malestar. De igual manera, una intervención precoz puede evitar cronificar esta manera de relacionarse con los demás que pueda conllevar, en un futuro, dificultades para establecer relaciones sociales (con amigos y pareja) sanas y ausentes de ansiedad o miedo.

Por:   Jessica Arjona
Núm. Col.21919


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