No confíes en lo que ves: la sal parece azúcar
Muchos niños asisten a consulta logopédica por una dificultad en la articulación de un fonema, como ejemplo el de la “R”, derivados de la escuela, del pediatra, de tratamiento psicopedagógico u otros.
En muchos casos, a estos pacientes se les diagnostica dislalia por rotacismo (trastorno del lenguaje que se manifiesta con una dificultad de articular, en este caso, el fonema erre), en otros, si se hace una correcta evaluación y recogida de datos, el logopeda determina que ese trastorno va más allá de una simple dificultad en articular un fonema.
¿Por qué decido escribir esta sección? Porqué como bien he dicho en otras ocasiones, es importante valorar y analizar al paciente en su globalidad e ir más allá de lo que el profesor del niño nos ha referido o de lo que los padres del niño nos explican.
La dificultad por articular la erre, la ese o la ele, por ejemplo, puede ser uno de los signos de un trastorno o retraso del lenguaje, de un déficit auditivo, de un trastorno miofuncional o de una dislexia; pero si profundizamos y vamos más allá, podríamos encontrarnos con que el niño articula diferente ese fonema a causa de sufrir bullying en la escuela o que él ha imitado el patrón de habla de su madre y ésta no articula correctamente la erre y en consecuencia, él tampoco.
Los padres asisten a consulta logopédica exponiendo que “Mi hijo no sabe articular la erre” y fruto de la valoración, ven que la dificultad de articulación quizá va más allá de una erre y, por ende, se sienten culpables por ello. Déjenme decirles que nadie ha nacido con un manual bajo el brazo, sobre “Cómo ser un buen padre” o “Mil maneras para detectar un trastorno de lenguaje en tu hijo”, así que no se preocupen, la logopedia tiene su razón de ser en la detección de aspectos relacionados con el habla y el lenguaje, así que lo pueden dejar en nuestras manos. Sinceramente, si yo no fuera logopeda, habría muchos aspectos de la musculatura orofacial, del habla, del lenguaje y de la voz en los que ni repararía o no daría ninguna importancia, respecto de mi propio hijo/a, por puro desconocimiento.
Con este artículo pretendo dos cosas: en primer lugar, una llamada a los profesionales de mi sector, es decir, a los logopedas, para difundir la importancia de ser observadores empáticos, donde los informes aportados por los pacientes sean complementos indicadores a confirmar, nunca pautas inamovibles a seguir; es nuestra misión explorar, valorar y conocer nosotros mismos al paciente, en definitiva, saber de su persona.
La segunda idea, esta vez dirigida a los padres: hay dificultades de articulación que van más allá de una erre, hay trastornos de lenguaje que no se “curan” con el tiempo; un profesor, unos deberes, un tutorial del youtube o cualquier otro planteamiento del estilo, no soluciona el habla o el lenguaje de los niños: no os demoréis, sin duda, quien os puede ayudar y atender es el/la logopeda.
La logopedia es… Oír una lágrima, articular una emoción, vocalizar un deseo, leer el alma, escribir una sonrisa, en fin… lo que el hombre tiene de humano”.