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Motricidad gruesa

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La motricidad gruesa hace referencia a la capacidad de controlar todos aquellos movimientos grandes del cuerpo como gatear, mantenerse de pie, caminar, correr, saltar, bailar… con la posición del cuerpo y con el equilibrio de este. Así pues, en la motricidad fina entran en juego las extremidades inferiores (piernas y pies) y las superiores (brazos).

La motricidad gruesa, igual que pasa con la motricidad fina, se va desarrollando poco a poco según va evolucionando el bebé desde que nace. Así, un bebé de 3 a 6 mese es capaz de girar la cabeza y todo el cuerpo, a los 18 puede bajar escaleras y lanzar objetos pequeños y poco pesados, a los 2-3 años puede correr y esquivar obstáculos, a los 4-5 años puede mantener el equilibrio sobre un pie y a partir de los 5 años es capaz de mantener el equilibrio por completo.

¿Qué ocurre cuando un niño muestra dificultades en la adquisición de la motricidad gruesa?

Está demostrado que la motricidad gruesa es muy importante para el desarrollo del niño en cuanto a capacidades cognitivas se refiere. Por ejemplo, a la hora de gatear el cerebro del niño está llevando a cabo unas conexiones neuronales y una coordinación visoespacial muy importantes para este aspecto.

Y por este motivo es importante estar alerta ante cualquier dificultad que pueda mostrar un niño a lo largo del desarrollo de la motricidad gruesa como puede ser a la hora de gatear o caminar, correr, mantener el equilibrio…

Una vez detectada la dificultad, es importante comenzar un trabajo psicoeducativo para fortalecer y afianzar la motricidad gruesa. Este trabajo estará basado, entre otros y siempre pensando en actividades más motivadoras o lúdicas, en la realización de ejercicios como los siguientes:

  • Realizar recorridos con materiales de psicomotricidad como aros, colchonetas y demás en los que también sea necesario reptar por el suelo en algún momento del circuito. La finalidad es que haya movimiento, que se tenga que ejercitar los músculos que intervienen en la motricidad gruesa.
  • Jugar a juegos tipo Twister en los que deba ir intercambiando pies y manos a la vez que realiza movimientos que implican la motricidad gruesa. Aquí, además, se trabaja la lateralidad del niño.
  • Jugar a juegos de toda la vida como la rayuela, el gato y el ratón, el escondite o pica pared. Sobra decir que, en todos estos juegos, en los que hay que correr, saltar, saltar sólo con un pie mientras se mantiene el equilibrio, etc., se ponen en marcha todos aquellos músculos implicados en la motricidad gruesa.

Si sospechas que tu hijo puede tener dificultes de motricidad gruesa y necesitas más consejos al respecto, no dudes en ponerte en contacto con el equipo de PsicoSabadell. Os asesoraremos en todo lo que necesitéis tu hijo y tú.



Tania Visiga Delgado
Num.Col. 1109


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Trastorno del Espectro Autista y su detección

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Los trastornos del espectro autista o también llamados TEA son un tipo de discapacidad del desarrollo que interfieren en las áreas de socialización, conducta y comunicación de quién lo padece.

Dentro de estos podemos encontrarnos con importantes variaciones de uno a otro caso en relación a la gravedad, de esta manera encontramos pacientes con rasgos autistas pero con elevados niveles de funcionamiento, hasta pacientes con importantes niveles de afectación que además cursan con otro tipo de dificultades y convierten al paciente en dependiente de la familia y/o su entorno.

En cuanto a los tipos de autismos se pueden diferenciar:

Trastorno autista, suelen padecer retrasos en el desarrollo del lenguaje, de comunicación, socialización e incluso pueden llegar a mostrar intereses muy específicos por algo, llegando a lo obsesivo. Esto se traduce habitualmente en conductas rígidas y establecidas y comportamientos disruptivos cuando se intenta romper «lo establecido»

Además en muchos de estos casos también se da algún tipo de deis capacidad intelectual.

Síndrome de Asperger, en estos casos el funcionamiento del paciente es mucho mas normativo, y aun que quienes padecen este síndrome no presentan habitualmente dificultades del leguaje o discapacidad intelectual, si aparecen problemas en las esferas de socialización, gestión emocional y además conducta (con comportamientos e intereses inusuales).

Trastorno generalizado del desarrollo no especificado, característico de aquellas personas que cumplen únicamente algunos criterios de los anteriormente mencionados. Además estos síntomas suelen ser más leves y generan menos interferencia en el correcto funcionamiento del paciente. A pesar de ello suelen aparecer problemas de socialización y en la comunicación.

El diagnostico de los TEA se realiza a través del análisis de la conducta, y habitualmente se diagnostican a partir de los 18 meses, sin embargo en muchos casos no se detectan hasta más tarde ya que las dificultades en el desarrollo se atribuyen a ciertos retrasos en la maduración del niño.

Algunos niños empiezan a dar indicadores de esta patología desde bien pequeños, en otros casos la alarma aparece cuando dejan de adquirir nuevas destrezas o realizan retrocesos en algunas de las que ya tenían.

 

Algunos de estos indicadores pueden ser:

 

-No responder a la llamada de su nombre, hacia los 12 meses

-No señalar objetos ni mostrar interés por estos, hacia los 14 meses

-No se da juego imaginado (jugar a hacer volar un avión), hacia los 18 meses

-Evitar el contacto visual y preferir estar aislado

-Dificultades para expresar y comprender los sentimientos propios y de otros

-Dificultades en el desarrollo del habla y lenguaje

-Ecolalias, repeticiones de frases una y otra vez

-Respuestas no relacionadas con las preguntas que se le hacen

-Irritabilidad antes mínimos cambios y elevada rigidez

-Obsesión por determinados aspectos o temáticas

-Movimientos estereotipados (balanceos, girar en círculos, aletear con las manos…)

-Hipersensibilidades sensoriales, reacciones extrañas ante determinados olores, sabores, imágenes o sonidos

 

La pronta detección, diagnóstico y tratamiento de este tipo de trastornos será garantía de mejoría. Si bien es cierto que se trata de una enfermedad crónica, los pacientes bien vinculados y que inician un tratamiento en edades tempranas mejoran significativamente el desarrollo del niño. Además se contribuyen a la adquisición de destrezas e hitos, por tanto mejora la calidad de vida del paciente y de la familia fomentando la autonomía y desarrollo de quien padece el TEA.


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