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Síndrome de la cabaña

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Son muchos los días que llevamos de confinamiento, algunos hasta habrán perdido la cuenta, sorprendentemente, ya que eso solamente es indicador de una señal: de que nos estamos acostumbrando a estar en casa, y que no estamos tan mal como imaginábamos al inicio de este estado de alarma.

Muchos especialistas han determinado que un porcentaje bastante elevado de la población experimentará miedos ante el hecho de tener que salir de su zona de seguridad. Y ahora que se avecina el desconfinamiento, muchos pensamientos intrusivos relacionados con el miedo al contagio y a la falta de seguridad al salir de nuestra vivienda vendrán también.

Las personas más susceptibles son los ancianos y la población de riesgo, junto con aquellas personas que antes de la pandemia experimentaban ciertos síntomas de hipocondría o bien trastornos de ansiedad.

Y es que hay algo muy adictivo en esto de estar encerrados, ya que se trata de la sensación de seguridad. Al exponernos al exterior perdemos gran parte de ese control que podemos tener cuando nos sentimos en zona segura.

No podemos controlar la limpieza de los demás, ni la responsabilidad de las personas con las que interaccionamos, ni tampoco tenemos capacidad de controlar dónde está el virus ya que es algo microscópico y que se escapa de nuestro alcance.

Durante estos días hemos estado expuestos a constantes noticias donde se nos anima a realizar rituales de limpieza, comprobación y extremar todas las medidas de higiene. Y ciertamente ha tenido mucho sentido y es esencial para controlar el avance de contagios en la crisis del Covid-19

Pero también a información sobre el número incesante de contagios y víctimas mortales (que por suerte en el último periodo ha ido disminuyendo). 

Eso si, nuestro cerebro es selectivo, y siempre va a reforzar la idea de que la falta de control está asociada a la muerte, y la sensación de seguridad y control, a la supervivencia. Siendo no siempre real y una  creencia muy básica, a la que le podríamos añadir un sin fin de matices.

No podemos olvidar que durante toda nuestra vida hemos estado expuestos a un sinfín de bacterias y virus al que nuestro sistema inmunológico se ha hecho resistente gracias a la exposición. Y ahora que la situación está mucho más controlada, comienza la desescalada progresiva y el sistema sanitario mucho más descongestionado; es esencial que vayamos recuperando algunos de los hábitos normales con el fin de no reforzar conductas obsesivas que nos conviertan en esclavos de la limpieza y la comprobación. 

Ciertamente no podemos olvidar los buenos hábitos adquiridos en estos tiempos, pero también tenemos que añadir una visión crítica de todas las informaciones y recomendaciones a los que constantemente estamos expuestos.

Especialmente teniendo en cuenta que la sensación de riesgo al contagio es algo muy subjetivo y serán aquellas personas que tengan la percepción de riesgo más aumentada quienes incurran en fórmulas de aislamiento social y no exposición al exterior llegando incluso a desarrollar patrones de agorafobia en los casos más extremos.

Desde PsicoSabadell os recomendamos que la exposición sea progresiva, siempre centrada en mantener las fórmulas de seguridad recomendadas por las autoridades sanitarias, y que tengáis muy presente que los primeros momentos se experimentarán ciertas sensaciones de tipo ansioso, como por ejemplo:

  • Taquicardia
  • Respiración acelerada/ hiperventilación 
  • Sudoración
  • Sensación de irrealidad
  • Sensación de mareo
  • E incluso angustia o crisis de ansiedad 

Ante la experimentación de estos síntomas, tenemos que tener en cuenta que es un cuadro sintomático que corresponde con la ansiedad de tener que exponernos a una situación novedosa, el denominado «síndrome de la cabaña«. Y que progresivamente en tanto en cuanto vayamos haciendo las exposiciones progresivas irán disminuyendo hasta que sean totalmente imperceptibles.

Como pauta os recomendamos que establezcáis una jerarquía de situaciones a las que os podéis ir exponiendo progresivamente de menos a más nivel de ansiedad, con el objetivo de alcanzar la situación que sea más ansiógena o más generadora de malestar..

Si tras la realización de este ejercicio, no obtenéis resultado o bien os topáis con la imposibilidad ni siquiera de iniciarlo, os recomendamos que solicitáis ayuda profesional, desde PsicoSabadell disponemos de un equipo de especialistas (en psicología y psiquiatra) a vuestra disposición para ayudaros a retomar vuestra vida antes del 14 de marzo, y adaptaros a la «nueva normalidad«.



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¿Qué es la agorafobia?

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Un agorafóbico es alguien que tiene miedo a ale­jarse de casa, miedo a estar solo o lejos de ayuda y miedo a los lugares públicos llenos de gente tales como calles, tiendas y autobuses.

La mayoría de los agorafóbicos temen también que per­derán el control sobre sus propias reacciones y que su miedo quedará com­pletamente fuera de control y les llevará a un ataque de pánico o a algo peor.

Debido a este temor, tienden a evitar los lugares que pudieran provocar­lo y esta evitación tien­de a con­vertirse en un hábito. A me­nudo se sienten mejor con alguien a quien conocen bien y, de este modo, llegan a depender de tener un acompañante cuando salen de casa. Una vez que una persona evita regular­mente salir sola de casa o evita muchos lugares diferentes por esta razón, se dice que padece agorafobia.

La agorafobia es un problema bastante frecuente. Aproximada­mente 2‑3 de cada 100 personas la padecen. Más de dos tercios de los agorafóbicos son mujeres.

Alguien que tiene agorafobia es probable que tenga miedo a:

  • Espacios abiertos en el campo.
  • Perder el control en lugares públicos atestados de gente.
  • Permanecer en casa con alguien.
  • Estar con otras personas.

La agorafobia no está asociada con ninguna enfer­medad mental grave (como, por ejemplo, la esquizofre­nia) ni tam­poco con ninguna enferme­dad física conoci­da.

Se origina, en primer lugar, cuando el cuerpo reacciona a situa­ciones cotidianas como si estas fue­ran peligrosas o espantosas. En segundo lugar, está origi­nada por la preocupación que producen estas ex­trañas sensaciones y, en tercer lugar, por el hecho de que los agorafóbicos tienden a evitar los lugares re­lacio­nados con dichas sensaciones.

Para comprender esto, piense en la forma en que reacciona su cuerpo en un momento de verdadero peligro ‑‑por ejemplo, un tiro que le pasa muy cerca y que hubiese podido provocar un ac­cidente fatal‑‑. Su cora­zón puede latir fuerte y rápida­mente, su estómago pue­de revolverse, usted puede sudar y temblar, etc. La re­ac­ción exacta varía de persona a persona, pero nor­mal­mente es lo suficien­temente fuerte como para origi­nar una sensación de «shock» después de un accidente.

En la agorafobia es como si esta reacción corporal se hubiera hecho extremadamente sensible, de forma que tiende a producirse automáti­camente en situaciones bastante comunes que no son peli­grosas.

El pánico agorafóbico es diferente al miedo o «shock» corriente por­que:

  • No puede ser controlado muy fácilmente.
  • Produce cambios corporales, como, por ejemplo, que su corazón lata más rápidamente.
  • Es una reacción corporal automática.
  • Es lo mismo que el miedo, pero sin ningún peligro real.

¿Por qué persiste la agorafobia? La razón principal es que la reacción natural a las sensaciones de pánico que no pueden ser comprendi­das es evitar los lugares en que suceden. Por des­gra­cia, esto parece tener el efecto de fortalecer el mie­do condicio­nado. Cuanto más persiste el evitar las situaciones, más fuerte se hace el miedo.

A menudo, la gente piensa que puede ayudar a un ago­rafóbico haciéndo­le cosas para que no tenga que salir de casa. Sin embargo, esto sólo consigue hacer más fuerte el há­bito de evitación

En cuanto al tratamiento el paso más importante es dejar de evitar los lu­gares a los que se teme. Sólo mediante la práctica gradual en estos lugares podrá llegarse a superar el miedo. Y, puesto que el miedo se ha estado desarro­llando du­rante largo tiempo, usted necesitará mucho tiempo para librar­se de él. Esto significa que usted tendrá que practicar el hacer frente a las situaciones temidas una y otra vez has­ta que recupere su confian­za. En otras pala­bras, una per­sona que tiene agorafo­bia debe adquirir el hábito dia­rio de salir de su casa para pasear, ir de tiendas, viajar en autobús o afron­tar (hacer frente a) las co­sas que teme, cua­lesquiera que estas sean. Natu­ral­mente, usted no puede esperar ha­cer todas estas co­sas de una vez; cada situa­ción debe ser practi­cada por etapas, un paso cada vez. Irá ad­qui­­­riendo confianza haciendo las cosas más fáciles pri­mero antes de hacer gradualmente otras más y más difí­ciles.

Si usted consigue ir a un sitio determinado que ha evi­tado durante algún tiempo:

  • No tendrá ya más problemas con ese lugar.
  • Será incluso más difícil la próxima vez.
  • De un modo u otro, no servirá para nada.
  • Probablemente, será un poco más fácil la próxima vez.

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