Psicología de la obesidad
PLa obesidad y el sobrepeso constituyen, en la actualidad, uno de los principales problemas a nivel de salud pública. El sobrepeso se origina cuando se produce un desajuste entre la energía que se consume y la que se gasta.
Durante mucho tiempo se ha intentado tratar la obesidad mediante el seguimiento de diferentes dietas y promoviendo la actividad física. No obstante, el tratamiento funciona durante el tiempo que se sigue, pero los resultados no se mantienen una vez éste finaliza. Encontramos a personas con un largo historial de dietas seguidas, pero una vez finalizan, bien recuperan el peso perdido o, incluso, lo aumentan. Esto es debido a que no se contemplan los factores psicológicos que influyen en el desarrollo y mantenimiento de esta problemática, y que cada vez tienen mayor importancia. Es por ello que en los últimos años el papel del psicólogo en el abordaje del sobrepeso y/u obesidad está cobrando especial importancia. El psicólogo es la persona que posee conocimientos sobre cómo las emociones, pensamientos y conductas interactúan entre ellos, esto facilita la adhesión al tratamiento, el conseguir la motivación adecuada para seguir y comprometerse con el tratamiento, la modificación de los hábitos conductuales presentes en las personas que padecen obesidad y una adecuada reeducación alimentaria.
La acción de comer no es meramente un acto fisiológico relacionado con la sensación de hambre física, sino que estas ganas de comer pueden verse influenciadas por diferentes motivos emocionales. La falta de una gestión emocional adecuada, del estrés y de la ansiedad son uno de los principales factores asociados a la aparición de obesidad y sobrepeso. El estado emocional en el que se encuentra una persona se relaciona con su sensación de hambre, con su forma de comer (más rápido o más despacio), así como con el tipo de alimento que escoge. Por tanto nuestro estado emocional influye en nuestra manera de comer, así como lo que comemos influye en cómo nos encontramos.
Además, a la conducta de comer se le han asociado diferentes funciones que van más allá de la nutritiva y que responde a la señal fisiológica, como es una función placentera que actúa de solución ante determinadas emociones y problemáticas personales, sociales y laborales. De esta manera se relación la ingesta con una reducción “ficticia del malestar”, que en la mayoría de casos se acompaña con sentimientos de culpa y resentimiento posterior, afectando directamente a nuestra autoestima.
Así mismo, es importante remarcar el papel que cumplen los hábitos alimentarios que hemos ido adquiriendo desde la infancia. En algunos casos se emplea la comida como refuerzo y premio ante situaciones en las que la persona se ha portado bien o ha conseguido algún logro. Este aprendizaje se adquiere y se establece como un patrón habitual de funcionamiento y la acción de comer también acaba adquiriendo una función de gratificación.
Diferentes estudios han encontrado que tanto la comida como el acto de comer activan las vías cerebrales de la recompensa, vías que también activan sustancias psicoactivas como el alcohol, las tragaperras, los juegos de azar, entre otros. No obstante, la posible adicción a la comida es un tema controvertido que todavía está en estudio.
La obesidad y el sobrepeso se desarrollan y se mantienen por la interrelación entre el funcionamiento fisiológico, la genética y los modelos/hábitos de alimentación que hemos ido adquiriendo desde la infancia y el estilo de vida. Por lo tanto, es necesario un abordaje multidisciplinar (nutricionista-dietistas, psicólogos, médicos y enfermeras) en el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso, ya que no es una problemática que afecta únicamente a la salud, sino que tiene repercusiones psicológicas importantes. Es difícil determinar si el sobrepeso se deriva de alguna dificultad a nivel psicológico o si el problema psicológico es secundario del sobrepeso/obesidad. Es por ello, que si sólo nos centramos en reducir la cantidad de calorías que la persona ingiere y el nivel, frecuencia e intensidad de la actividad física que se realiza, es probable que se recupere la pérdida conseguida. El abordaje debe ser multidisciplinar para garantizar el éxito y el mantenimiento a corto y largo plazo, asegurando una reeducación alimentaria, fomentado una ingesta consciente respetando las señales del cuerpo, mejorando el manejo de la ansiedad y el estrés y la gestión emocional, así como enseñando estrategias de solución de problemas y mejora de la autoestima.
Tamara Garrido
Nº Col. 23711